Hace un tiempo me encontré atrapada por la serie Breaking bad. Me coptó; en un mes vi las 5 temporadas. Entonces, justo cuando me estaba por invadir algo de culpa por el tiempo perdido frente a la pantalla, se me ocurrió armar una especie de reseña colectiva. Le pregunté a quienes habían visto la serie qué tenían para destacar, recordando momentos, frases, características de algún personaje.
Recibí respuestas variadas, desde espectadores que la abandonaron por tratarse de una serie violenta que genera nerviosismo, por sentir rechazo hacia el protagonista, por desconfiar de las series yanquis, hasta quienes se apiadaban de la suerte de Walt, la inevitable desidia del Estado ante su enfermedad oncológica, la evolución de su relación con Jesse, la justicia poética del final.
También destacaron las actuaciones. Es evidente que quienes disfrutaron esta serie identificaron que los personajes, lejos de ser estereotipos, sufrieron una contundente mutación a lo largo de las temporadas, y que el concepto de buenos y malos se desintegró.
Cuando una imagen nos cautiva y la recordamos, se nos queda adentro, nos la apropiamos. Me dijo una colaboradora: recuerdo la escena en la que yendo al hospital para internarse Walt evoca “hubiese deseado que el semáforo no se pusiera en verde para pasar más tiempo con mi familia”. Es curioso como la memoria nos engaña: esta anécdota es relatada por Walt en el bar del hospital en que Hank está internado. Su vida corre serio peligro y allí se comenzará a definir la transformación de Skyler, cuando asume que algo tiene que ver Walt con este asunto y ofrece a su hermana costear el tratamiento arguyendo toda una trama elaborada en relación al dinero ganado por “apuestas”. Aquí el público percibe la transformación de Skyler de ser una mujer incorruptible a tener ocurrencias creativas para lavar dinero. Y contratar matones.
Otro aporte sugiere que es muy movilizante la frustración que Walt demuestra en su tarea rutinaria. Y el comentario más mencionado: Walt le dice a Skyler que su vida comenzó cuando le dijeron que se estaba acabando. Eso me inquieta. A continuación, les comparto mi percepción.
Muchos pacientes oncológicos tenemos un dilema: al recibir nuestro diagnóstico asumimos que nuestra muerte será inminente, y por esa razón necesitamos resolver algunas cosas.
En mi caso, siendo joven pero con tres hijos a cargo, entendí que tenía que dejares algo. Ni remotamente se me ocurrió montar un laboratorio de metanfetamina, sobre todo porque no sé nada de química, pero sí consideré toar préstamos que se cancelarían con el seguro cuando mi deceso hubiera ocurrido. Pero también pensé: ¿y si no me muero y tengo que pagarlo? Muchas ideas de planificación económica rondaron mi cabeza en esa época, pero no resistieron ningún análisis y las descarté, porque me resultaban potencialmente perjudiciales.
El cáncer, palabra asimilada con la muerte, nos genera, a veces, cierta impunidad. Nos sabemos moribundos, sufrientes y por lo tanto con ciertos derechos sobre el resto de los mortales sin sentencia. Cuando nos juntamos entre nosotros estamos en problemas, porque nadie escapa a esa idea de impunidad. “Déjenme pasar primera, tengo cáncer” no aplica en la fila del hospital de oncología. Estamos todos en la misma. Sin embargo cada quien transita esta enfermedad como puede, y algunas personas aprovechan para dar un cambio drástico a sus vidas, ya que están aparentemente finalizándola.
Eso le pasó a Walter White, el protagonista de Breaking Bad.
Creo que me causó algo de gracia la propuesta de esa transformación tan radical, tratándose de un buen hombre medio acabado y sin una gota de auto estima que se termina convirtiendo en el maestro cocinero de meta. Se hace malo. Lo necesita, lo disfruta, y lo deja en evidencia a medida que la serie llega a su fin. Para entonces ya no sentía gracia sino profunda admiración por el resultado de este trabajo impecable, meticulosamente cuidado en todos sus aspectos.
A los efectos técnicos, es destacable la fotografía y edición, cada toma es un lujo y ningún detalle resulta azaroso. Los colores que predominan en cada temporada fueron estudiados por los fans hasta encontrar una especie de identidad, una referencia.
Lo cierto es que más allá del simbolismo, cada paisaje tiene una paleta de colores que no se puede ignorar. Asumo que los estudios realizados para desarrollar esta serie abordaron muchas disciplinas, y creo que el modo de edición tan cinematográfico y lleno de saltos temporales fue pionero allá por 2008, cuando la serie comenzó a televisarse
Para poder comprender que estamos viendo lo que alguien nos cuenta es necesario recordar que existe un narrador, que nos dejará ver lo que quiera que veamos. En ese sentido, los planos que se eligen en cada situación realizan un gran aporte: contrapicados para demostrar la superioridad de Walt, media toma tapada por una puerta para que nos sintamos fisgones, la mirada subjetiva desde una mosca, la toma desde adentro de los elementos del laboratorio para que podamos ver cómo se prepara el producto.
El talento de Walter, menospreciado a través de su auto boicot y la suerte que no lo acompañó, queda latente gran parte de su vida hasta que se enfrenta a su diagnóstico. Entonces, dado que en Estados Unidos, donde transcurre la acción, la salud pública no existe, él sabe que necesitará mucho dinero para afrontar el tratamiento. A mi me gusta esribir, entonces aprovecho y escribo. No me hago millonaria pero tampoco me persigue la DEA. Él sabe de química, entonces aprovecha y mezcla cosas en su laboratorio. Claro que solo no puede, entonces necesita un aliado, un socio.
El personaje de Jesse Pinkman, así como todos los de esta serie, atraviesa una evolución extraordinaria. De ser un drogadicto despreciado por su familia llega a reencontrarse con una vieja pasión por trabajar la madera, algo manual, que lo conecta con otra cosa, tal como cuenta en su rehabilitación: en la escuela un profesor lo había alentado a seguir mejorando su trabajo. En el medio fue un gran cocinero de meta, un novio adorable, un hijo rebelde, un hermano cómplice.
Sufre una orfandad desgarradora y se refugia en su adicción. Entonces no hay nada que perder cuando Walt lo invita a ser su dealer. Jesse conoce la calle, Walter no. Jesse entiende los códigos de la venta por territorio, el valor del trabajo ajeno, los riesgos que se corren. No solo lo valora sino lo reconoce con la paga, cosa que a Walt le resulta injusta e innecesaria. En la primera temporada ya queda claro que la ambición de Walt, como la que lo aborda cuando buscan su primera casa con Skyler y él quiere “apuntar más alto”, se trastoca en codicia rápidamente.
Cuando le diagnostican un cáncer de pulmón imprevisible, porque no fuma, Walter no acepta ser tratado. Su cuñada Marie lo comprende, porque conoce lo que sufren los pacientes por la radiación. Pero hacen una intervención, esa especie de charla familiar violenta que se usa mucho en las series yanquis, y da como resultado que él reconsidere su decisión, entonces acepta el tratamiento.
Algo tremendo ocurre con el lugar de la familia. Walter está convencido casi hasta último momento de que todo lo que hace es para resolverles el futuro a su esposa e hijos. Sin embargo los involucra en un universo cada vez más turbio del que no pueden salir.
La relación entre Walter y Skyler se muestra acabada, carente de deseo y proyectos. Skyler es muy leal y comprensiva, pero se ubica en un lugar de postergación. Sabemos que le gusta escribir pero no la vemos hacerlo; deja de trabajar para ocuparse de la familia y mantiene su casa atenta a cada detalle. Se ocupa de todas las cuestiones de sus hijos y deja en evidencia una mirada muy clara sobre temas importantes. Por ejemplo, que todos tenemos secretos. El suyo, el primero que vemos, es que estando embarazada comete la osadía de fumar algunos cigarrillos.
También Marie es cleptómana, Walter Junior tal vez sea gay, Hank sufre ataques de pánico.
Pero la serie también hace algunas declaraciones: implícita o explícitamente condena la infidelidad, el aborto, el consumo de marihuana, la diversidad de género. Es esperable que una familia se horrorice ante cualquiera de estas posibilidades: el embarazo del que nacerá Holly no fue deseado y sin embargo siguió su curso. Skyler no reniega de eso pero lo menciona, y comienza a trabajar cuando es evidente que al poco tiempo tendrá que parir. Ella elije formar parte de una imagen positiva de familia constituida, sin embargo en algún momento parece empoderarse y se decide a enfrentar las situaciones. En primera instancia se enfrenta a su propia hermana, que cometió un robo y no lo admite, y muestra una fortaleza notable para sostener una situación muy tensa. No claudica hasta escuchar la confesión y la disculpa de Marie.
Ese rasgo que aparece precozmente en la dulce Skyler, con sus ojos de cielo, explica la evolución del personaje que, en nombre de defender a sus hijos, le sigue el juego a Walt.
Cada personaje tiene una tendencia que se profundiza en situaciones límite. Walt quiere ser valorado como el mejor, no como le pasó en la empresa Gray matter, de la que fue cofundador y no obtuvo reconocimiento. Por cierto, la reaparición de Gretchen y Elliot en el último capítulo es determinante para el final de la serie y aparentemente fue sugerida al creador por un fan que murió de cáncer. Su nombre, Kevin Cordasco, aparece al final de uno de los últimos capítulos.
Skyler necesita controlar y resolver los asuntos, aun aliándose con su esposo narco. Asume un rol de cómplice cuando justifica el ingreso de dinero por las supuestas apuestas de Walt. En otro caso de “el fin justifica los medios” en nombre de ayudar a Hank, ella misma oculta sus miserias.
Jesse no tolera el maltrato a los niños, ya sean marginales hijos de drogadictos, burgueses hijos de una pareja de viejos amigos, niños asesinos coptados por los narcos o desconocidos. Parece proyectar el desprecio de sus propios padres e incluso cuestiona la maternidad: ¿qué clase de madre eres? Dice algunas veces. Madre, no dice nada de los padres. Incluso por momentos parece que Walt toma un rol paternal con él, aunque lo manipula descaradamente con cada cosa que le dice.
A veces parece comparar a Walt con su tía, que murió de cáncer y a la que él cuidó, para comprenderlo. Por ejemplo, cuando una mosca aparece en el laboratorio y Walt se desquicia, Jessee intenta que asuma que se trata de una obsesión incomprensible.
En ese episodio Walt es capaz de abollar un tanque del laboratorio, cuando antes lo limpiaba con su aliento. Aquí aparecen rasgos de imprevisibilidad de otro tenor.
Los clips que muestran secuencias son una delicia: la elección de la música, el recorte de las escenas mostrando lo mínimo indispensable para seguir la línea, el ritmo; todo da un resultado perfecto. En algunas ocasiones la mirada del narrador es sospechosa, como cuando el sub mundo de la venta de drogas es ilustrado por prostitutas, travestis y matones con música cubana de fondo. También nos dejan muy en claro que los mexicanos son gente mala, muy mala.
Resulta muy conveniente a esta historia la existencia de extensos desiertos sin testigos ni señal de teléfonos. De hecho, todo lo que ocurre es conveniente y funcional a la trama: los rivales se matan entre sí, las coincidencias son muy afortunadas, la suerte está siempre del lado de Walt y Jesse contribuyendo a que las coartadas resulten efectivas y que se mantenga el orden del universo. Muchos personajes no cuentan con esa suerte, muriendo aplastados por un auto viejo o un cajero automático, o arruinando su cuerpo al tropezar con una alfombra.
En la segunda temporada Walter entra en remisión. Esa palabra es mágica y generalmente inalcanzable. Pero él lo logra, despreocupado de su enfermedad y con su libido puesta en la tarea ilegal.
Hank es una caricatura de policía fan de su trabajo, que se sale de sus estribos si no lo puede ejercer. Su esposa lo tolera estoicamente.
Como tío es una poderosa figura paterna para Walter Junior, de modo que en algunos momentos el mismo Walt compite contra él, pero Hank es un héroe y Walt un fracasado a los ojos de la familia. Esa rivalidad aparece a veces implícita durante toda la serie, pero hacia el final cada vez es más clara.
Una novela que leí en mi adolescencia, Un plan simple de Scott Smith, tiene como protagonista casualmete a un tal Hank. Él con alguien más encuentra un bolso lleno de dólares, y por preservar ese botín sus vidas se vuelven un infierno. Esa lectura me sirvió de adoctrinamiento y siempre entendí que el dinero mal habido genera consecuencias terribles. Y la recordé en varios tramos de la serie, sobre todo relacionados con Jesse. Tiene mucho dinero en su poder pero su novia se muere a su lado aunque Walt pudo haberlo impedido. Aunque esto resulta conveniente, porque así Jane se aniquiló sola. Jesse recae en el consumo de drogas y para el final de la segunda temporada la imagen que se muestra es de una casa llena de zombies adictos.
El encadenamiento de los episodios, el encuentro casual de Walt con el papá de Jane, que él fuera responsable de la colisión de los aviones que justamente pasaban sobre la casa de los White, son elementos hilvanados con precisión, como los nombres de los capítulos y las escabrosas imágenes del peluche que cae a la pileta.
Las transiciones son magníficas, y se vinculan desde una estética cinematográfica e ideológica, por caso: la escena del papá de Jane buscando un vestido para velar a su hija se funde con otra de Walt y la ropita de su bebé recién nacida.
La acción transcurre aproximadamente durante dos años. La transformación de la vida de todos los personajes gira en torno a las acciones de Walt. Algunos fans desarrollaron la teoría de que Walter es una metáfora de una célula cancerosa, que se aproxima a otras y las infecta. Resulta interesante considerar que una sola persona pueda ser tan influyente al formar parte de una red.
Gus es un prolijo personaje que mantiene su elegancia hasta el último de sus suspiros, cuando es destrozado por una bomba pero el tiempo le alcanza para acomodar el nudo de su corbata.
Su historia es reconstruida en diversos flashbacks, de modo más explícito a veces podemos comprender que trabajó duramente toda su vida para construir y sostener su imperio con responsabilidad y discreción. Tiene une debilidad: el viejo mexicano, que no mide su lealtad porque su vida ya no sirve para nada, excepto para llevarse consigo a un enemigo.
La escena de los primos encomendándose a san la muerte, arrastrándose hasta el altar, se actualiza cuando uno de ellos está en el hospital y al ver a Walt se arrastra hacia él. Pero nadie lo comprende. Y finalmente Gus y Mike se encargan de liquidarlo.
Las introducciones merecen un comentario destacado. Desde una bizarra banda de música mexicana que afirma que Walt ya está muerto, solo que él no lo sabe, hasta la analogía entre la tradición de los pollos hermanos y el laboratorio de metanfetamina, evidentemente fueron pensadas para sostener la continuidad de la historia y evitar los cabos sueltos.
Cuando escuché al docto astrónomo…la respuesta, como tantas veces, la dará la poesía. Gale es un elemento clave, porque admira a Walt, es meticuloso y genuino, pero calculan erróneamente que descartarlo asegurará la continuidad en el negocio. Eso habilita la epifanía de Hank, que tanto tiempo tuvo al mismísimo Heisenberg ante sus ojos.
Jesse es cautivado por Gus y Mike que lo ponen en valor, y él, apegado a la figura paterna, obedece. Gus ve algo en él. No concibe esa lealtad incondicional de Jesse con Walt. Sin embargo la acción genuina de protegerlo surge en Walt que atropella a dos tipos con su auto, salvando a Jesse. Por cierto, como consecuencia del atropello Walt cambia el parabrisas desu auto por tercera vez: la primera había sido por los restos del avión, la segunda se lo rompió Jesse.
Sin Gus es necesario abastecerse y entran en juego Lydia, con la que deberán lidiar, y Todd con su familia. Ellos no tienen reparo en matar a quien haga falta. Pero tienen código.
Cuando todo se transforma en un desborde, Walt se decide a dejar el negocio. Entonces su cáncer vuelve, como una metáfora de esa pasión que lo sostenía vivo.
Es extraordinaria la estrategia de refrescar al público el inicio de la relación de walt y jesse y el origen del entramado de las mentiras, cuando todo era más fácil.
Cuando las fichas caen y Hank identifica a su propio cuñado como Hainserberg, Walt esgrime una confesión falsa, ayudado por Skyler, acusando a Hank.
En medio del desierto, cuando ya estaban todas las decisiones tomadas, Walt tiene una doble reivindicación al hacerse odiar por Jesse confesándole que pudo haber salvado a Jane, y con una insólita muestra de respeto por Hank justo antes de que lo liquiden. El tío de Todd, Jack, que tiene código, le deja un barril de dinero a Walt y lo deja escapar. Luego Walt los asesinará a todos.
Como espectadora crítica siempre me genera sospecha que todos los vehículos funcionen y tengan combustible. En ese pensamiento me encontraba cuando Walt se queda sin nafta en el auto baleado, y está solo en el desierto, con su barril de dólares. Pero lo resuelve, el dinero es un pase libre.
No quiero dejar de destacar el hecho de que la bebé Holly pueda actuar tal como lo solicita la trama, es deslumbrante. A esta altura hasta Walter jr. tiene una mirada indignada sobre su padre y no le cree una palabra.
Finalmente Walt confiesa que no era todo por la familia, sino que lo hacía por él.
La despiadada balacera final preparada con tranquilidad por Walt termina de definir a su personaje, y cierra deliciosamente una historia que deja dudas para seguir elucubrando teorías, y personajes como Saúl, que seguirán andando su propio camino. Porque quienes vimos Breaking bad sabíamos que se trataba de una ficción, pero nos vinculamos con los participantes juzgándolos o comprendiéndolos, anticipándonos a sus reacciones, esperando algunas situaciones, celebrando la justicia del final.
Andrea Boq
Colaboraron:
Caroina Di Leo
Damián Gencarelli
Liliana Leiva
María Yacobe
Nahuel Sarac
Santiago Sorichetti
Stella Maris
Virginia Taylor