Cada quien maneja su lengua

La furia que se despierta en lxs detractores del lenguaje inclusivo es sospechosa.

Una militancia tan aguerrida que incluye corregir a las personas implica necesariamente saberse dueñx de la verdad.

Amparados por la RAE (oh, no olvidar que la R es porque son de la realeza) esgrimen argumentos hostiles desmereciendo a quienes , aunque nos cuesta, tomamos esta opción: la de incluir desde la palabra a todes. A mujeres y hombres, y también a quienes no se sienten representades por O ni A.

En Argentina existe hace años una ley que les puede incomodar. Tiene que ver con decidir el género según la propia percepción.

Eso es avanzar sobre un derecho impensado hace poco tiempo: ¿la propia percepción? ¿Sentirse mujer habiendo nacido hombre, sentir deseo de vestir como varón teniendo tetas y vagina, no aceptar el encasillamiento binario?

Para tolerar el lenguaje inclusivo es preciso tolerar otras cosas antes.

La ideología como elemento clave para la vida, por ejemplo.

La opción de integrar a quien se siente ajenx a nuestra estructura, que no deja de ser una imposición cultural.

La juventud arrasa en las redes sociales como punta de lanza de esta iniciativa, y sin embargo no reprime el otro modo de expresarse. En todo caso, elige.

Porque desde la palabra nos mostramos, definimos la jerarquía que le damos a lo que queremos decir.

Entonces, si nos presentamos ante un grupo de chicas  (¡Ellas pueden decir grupa, lo tienen incorporado!) y les decimos «chicos», ya sabrán que no estamos pensando en el habla que evoluciona, sino que nos dejamos arrastrar por una corriente clasista y combativa: la de la clase que se siente dueña de la verdad y combate aguerridamente a quien no esté alineadx con ellxs.

Oh, qué difícil sostenerlo: el lenguaje inclusivo proviene de la necesidad de nuevxs hablantes que no encuentran palabras que los definan.  Pero quienes estamos acostumbradxs tardamos mucho en problematizar ese acostumbramiento.

En 2018 la RAE decidió incluir la palabra hummus, ahora que los vegeta abundamos y se puso bastante de moda.

(¿Cuántos años hará que se prepara esa pasta de garbanzos? ¿Cómo la nombrábamos antes? ¿Qué cambia el hecho de ser aceptada por la RAE?)

Hizo lo propio con táper. ¿De dónde proviene esta conspiración de imbecilidades? Ahora resulta que táper es un recipiente de plástico.

Ajá. Táper, nocierto.

No es que Tupperware sea una marca comercial que se fue acortando y desvirtuando, tomándose por el nombre de cualquier recipiente, aunque sea marca pirulo . Ahora el táper existe gracias a la RAE.

Entonces, si las palabras no existentes para los de la Academia eran de nuestro uso cotidiano igual, no comprendo la ira de quienes defienden el Anti lenguaje inclusivo porque la RAE dice que no hace falta.

Les invito a dejar de rasgarse las vestiduras y militar por algo que sea productivo, que oponerse a lo que surge de la necesidad es no tener ni una pizca de buenismo.

(Ah, si. Dice la RAE que eso existe y es «actuar con tolerancia»)

¡Abrazo para todes!

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