Un grito brillante
Oh, madres de adolescentes.
Qué profundas contradicciones se nos despiertan ante el empoderamiento de estas ex niñas que llevábamos de la mano, o a upa.
En mi rol de mamá acompañante me dispuse a zambullirme en el arcoiris adolescente del Centro de Estudiantes de la escuela de mi hija mayor.
Allí fuimos, a marchar por la equidad, el aborto legal, la necesidad de juntarnos para visibilizar las problemáticas que muchxs siguen ocultando.
Mis tres hijos incluyen un varón, uno en permanente proceso de deconstrucción. Él cuestiona mis prácticas patriarcales y se ofende constantemente, cambia su modo de hablar y está siempre atento.
Incluyen también una pequeña que se cansa de caminar pero me agradece, puño en alto, por “criarla entre marchas”. Es uno de los más bellos halagos que recibí.
Y se completan con la adolescente que, megáfono en mano propone consignas que todos repetimos.
Hoy marcho con el piberío porque lxs quiero libres y acompañadxs.
Silente excepto ante las réplicas de los cánticos contemplé durante el viaje la determinación de esta gente.
El colectivo se comparte con otros pasajeros que circulan por la ciudad. Entonces se habilita el espacio para que todos estén cómodos y ahí no se grita. Además la comitiva se divide en dos viajes para no invadir toda la unidad.
Una señora le anuncia al chofer que ante el aluvión de juventud ella se quiere bajar, pero finalmente no lo hace.
Entonces termina el viaje y hay que esperar a los demás.
El subte es el escenario del reencuentro.
Allí sí toman lista a los gritos.
Con respeto solicitan ser eximidas del pago del pasaje. Una traba para llegar hasta el centro, el valor del transporte público se incrementó violentamente en poco tiempo.
Alguien accede al pedido y la manada colorida y organizada se siente más habilitada.
Resuena, comenzando desde alguna vocecita tímida pero rápidamente acompañada por la multitud “abajo el Patriarcado que va a caer, que va a caer”
Hay un instantáneo reconocimiento entre el resto de los pasajeros: hoy esa consigna no se discute.
Quienes acostumbran habitar ese espacio en silencio se sorprenden, sonríen, filman con sus celulares.
Una pulguita de ¿quince años? entra corriendo al vagón y se cuelga del pasamanos gritando “Atención, mujeres empoderadas y organizadas”
Y rápidamente se acopla a la consigna
Si el Papa fuera mujer el aborto sería ley
Una pasajera ajena al colectivo manifestante hace un gesto de hallazgo, de iluminación: sus ojos y sus manos dicen “claro, cómo no lo había pensado?”
Y sin embargo al poco tiempo entre las pulguitas compañeras se decosntruyen y reformulan la propuesta
Si el Papa pudiera gestar, el aborto sería legal
Qué es esto de asimilar que la mujer se embaraza
Las pulguitas llenas de brillantina no largan sus teléfonos celulares.
A la vez han definido un estricto protocolo de seguridad y están genuinamente empoderadas.
Ya vas a ver, las pibas que vos mataste van a volver…vamos a llenar de machos el paredón
Otro verso polémico que habilita la discusión
¿El paredón? ¿La práctica nazi?
¿El macho como sub especie dentro del género masculino?
Las mismas chicas entran en duda. En lo que todas acuerdan es en los versos que siguen al ritmo del carnavalito
Si no hay aborto legal/ Qué quilombo que se va a armar/ Les cortamos la ruta/ y les quemamos la catedral
¡¡¡Ayyyyy! La manada se organizó!!! Grita una nueva pulguita de ¿dieciséis años? que hace su ingreso a esa bruma de amor militante y sororidad. Es que las consignas emergen desde otros vagones también, así como el aire acondicionado y el olor a limón que sale de las rejillas… aunque también sale desde nuestras mochilas, porque sabemos que será una hermosa manifestación pacífica y multitudinaria. Sabemos que los ojos del Mundo estarán puestos sobre nosotras, y que los medios transmitirán en vivo para todos los canales. Asumimos que no habrá represión.
Sin embargo, estas pulguitas y sus mamás, estas adultas que acompañamos, las amigas que se juntaron para marchar, las parejas de mujeres que tomadas de las manos van a visibilizarse, las que marchan en grupo y organizadas, las que andan sueltas, aprendimos a caminar un paso adelante.
Traemos el limón en la mochila junto con nuestros pañuelos verdes y nuestro puño en alto.
Traemos potencia y organización, brillantina y hambre de lucha.
Traemos gritos y certezas tanto como dudas y deseos de debatir.
Pero ante todo nos aunamos en aullidos primitivos. Nos abrazamos y nos cuidamos.
Nos reconocemos, gritamos, reímos a carcajadas eufóricas y lloramos llantos ancestrales.
Ante la inmensidad de esa marea no pudimos llegar a la plaza del Congreso para escuchar el manifiesto.
Hemos vuelto a casa con el corazón violeta y toda nuestra sangre renovada.
Estamos caminando cada vez menos solas.
No nos callamos más.
Foto: Pablo Zotalis
www.pablozotalis.com