-¿Está usted sola? ¿quiere que le saque la otra silla? Me dijo la camarera. Esa percepción de Yo=Usted me hizo gracia, después levanté una ceja (mentira, no me sale, pero lo intenté) y finalmente pensé: ¿me angustié?
Elegí salir sola, me da mucho placer ese reencuentro conmigo.
¿Me sentí alejada de la piba y su idea de señora que vengo a representar? Esa especie de crisis que genera el paso del tiempo ¿es interminable? ¿seré capaz de comer todas estas papas fritas? ¿qué pasa cuando una elección nos pide explicaciones? ¿a qué parte de mí le estoy respondiendo estas preguntas? O peor: ¿qué parte de mi las enuncia? Describo la filosofía Boquetiana: un incesante compendio de preguntas que me alejan del estado relajado y me zambullen en la preocupación por algo, lo que sea.
La compañía me agobia por momentos, de modo que la huida solitaria es una suerte de bendición.
Mi madurez de treintaypicoañera me habilita razonamientos y conductas que soñaba cuando tenía veinti.
Desde ya que van a sobrar papas.
En definitiva esa es la razón de mi amargura.

Qué gustazo el encuentro con una misma (aunque sobren papas).
Qué gustazo el encuentro con una misma (aunque sobren papas). Que sean papas lo que sobre.