Lo personal es político

Hace casi un año que sé que tengo cáncer de mama.
Hay mucho por aprender, pero seguimos entendiendo al cáncer ​como un injusto enemigo que viene y azota a un cuerpo, lo consume, lo desintegra. Hay que hacer quimio , rayos, operaciones, quedarse pelada y sufrir dolor. Llenarse de remedios y reventar por todos lados, porque las drogas que curan algo enferman otra cosa.
Algo del cáncer no termina de ser dicho, y si se dice no es creído.
Mi diagnóstico me encontró sola en una plaza, era un sobre con los resultados. Lo abrí, leí «carcinoma lobulillar infiltrante», y tuve que googlear para confirmar: uh, tengo cáncer de mama.
Nombrar esa enfermedad era hablar de mis pocos días por delante, de mi deterioro , de qué haría con mis hijos ahora que me estaba por morir.
El accionar de los médicos fue clave para sentirme gravemente enferma.
El acompañamiento de los que me quieren fue clave para anclarme a la irreverente idea de seguir viva.
En un año cambian 4 estaciones.
Puede cambiar el rumbo de un país, como ocurrió acá.
Así como en un año se concibe a un bebé, se lo gesta, nace y hasta empieza a decir «ajó» , muchas cosas evolucionan rápidamente y ya nunca vuelven a ser lo que eran.
El cáncer me habilitó la mirada sobre mi vida.
Me dio ganas de dejar de juzgar al otro por esa manera de vivir tan llena de otredad, y me obligó a mirar para adentro. Literalmente. Empecé a observar qué le pasaba a mi cuerpo cada vez que me enojaba, que me sobrecargaba, que tenía que «poder» cuando era obvio que sola no podría, que me llenaba de culpas por no ser tan eficiente como se esperaba, que me angustiaba por no poder darles a mis hijos lo que ellos necesitaban.
Y aprendí que cada una de estas cosas, y otras tantas, me enfermaban
Y como a mi, a miles
Y no todos podemos verlo, porque naturalmente el sistema nos lleva a combatir síntomas, no causas. Hay que ser atrevida para elegir ese camino.
Y quienes me conocen saben que soy portadora de atrevimiento, así que le di para adelante.
Me ayudaron mucho algunos personajes que en otro momento no habría sabido entender, ay ella la prejuiciosa que no cree en nada pero llora por los rincones.
Ya no soy ella. Soy otras ahora.
Soy Eva, que lee «viva el cáncer»; soy Micaela, mujer fuerte que lucha pero igual es asesinada, soy Higui, Milagro, soy la cheta de Barrio Norte, la señora que limpia y para laburar deja a sus hijos cuidandose entre sí. Soy la mamá de 8 pibes que no sabe qué inventar para alimentarlos, la loca que putea cuando le dicen un piropo, o se queja si le dicen feliz día el 8 de marzo. Soy la ejecutiva que sabe que aunque se deslome por los intereses de la empresa nunca va a ser CEO. La abuela que no quiere cuidar a sus nietos porque ya crió a sus hijos y la otra, que abnegada deja de lado sus deseos por ayudar a su descendencia. Soy la nena en el jardín que no quiere una muñeca sino un autito y la otra que con dos colitas hace alarde de su coquetería.
Soy mis hijas y mi vieja, mis abuelas y mi hermana, soy mis amigas asustadas de salir a la calle, pero también soy la feminista aguerrida. Soy docente​ en lucha y también la resentida que no entiende el por qué del paro.
Veo a todas las mujeres iguales a mi. Siento que estamos en el mismo lugar.
Y necesitamos hablar de que las verdades que mienten nos enferman. La de mister músculo, obvio, pero también la de la seño que escribe «mami» en el cuaderno de comunicaciones, la de las cremas que nos quitan edad (ya no arrugas: ¡años!), las familias que no respetan la intimidad, los que nos enseñan a cocinar para cuando nos casemos, y aunque seamos re progre y digamos «compañerx» y no nos queramos casar, caemos en esa igual.
Creo que nos enfermamos por creer esas falacias y que nos matan por discutirlas.
Creo que tenemos una voz dormida y aterrada que si no sale ahora ya no va a poder salir.
Creo que el contexto habilitó más que nunca la impunidad.
Creo en nosotras y en el respeto que nos debemos, amigas, amantes, familia, rivales, desconocidas.
Lo personal es político.
El cáncer de mama ataca a mujeres desbordadas. ¿conocen a alguien que tenga o haya tenido? ¿Qué características tienen esas mujeres? ¿por qué no hablamos de eso?
Desconfiarán de esto quienes piensan que lo de «violencia machista» es una exageración.
Insisto entonces: lo personal es político.
Ni una enfermedad que nos azote por no haber pensado en nosotras mismas. Ni una piba más con miedo en la calle.
Ni una menos.
Vivas nos queremos.

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AndreaBoq

 

 

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